Las naciones árabes tienen ante sí uno de sus mayores retos para el presente siglo XXI. Si el crecimiento económico al que se han visto expuestos en las últimas dos décadas les ha permitido hacer visible su potencial financiero en sectores concretos como el petróleo o la construcción, el problema del desempleo juvenil en una de las regiones más jóvenes del mundo será la clave de bóveda para mantener el rumbo político y social de los mismos.

Quizá piensen algunos que son meras palabras que buscan atenazar a los lectores para tratar de poner en el mapa una problemática difícil de hacer visible al público. Pero no es así. Los estudios más recientes en relación a la primavera árabe que se desató en el año 2010 han concluido que muchos de los jóvenes que salieron a la calle por aquellas fechas lo hicieron ante la falta de expectativas que tenían y, principalmente, ante el déficit de empleos para ellos.

Es preciso recalcar que Oriente Medio y el norte del continente de África son dos de las regiones del mundo con la población más joven pues, mientras Europa sigue con el alarmante envejecimiento de sus habitantes, esta zona -según datos de Naciones Unidas- tiene más de la mitad de su población con menos de 30 años.

Sin embargo, la situación laboral de todos esos jóvenes es dramática. Sólo uno de cada tres jóvenes árabes está en el mercado laboral, siendo la tasa de desempleo juvenil en la región del 25%. Es decir, unas cifras desajustadas que se han convertido en una hilera de pólvora a la espera de que alguien comience a prender el fuego.

La educación como freno al empleo

A pesar del crecimiento económico señalado, el capital financiero que ha fluido en las últimas dos décadas no ha tenido grandes consecuencias en el sistema educativo, más allá de las tímidas reformas emprendidas por los gobiernos árabes y la sociedad civil. El sector privado dejó claro en el informe del World Economic Forum de 2012 que el sistema educativo no es el propicio y que más que ayudar a canalizar la joven demografía árabe hacía un mercado laboral, está siendo un obstáculo al no ofrecer las habilidades que requieren estas compañías. Esta situación agrava más el futuro no sólo de los jóvenes árabes, sino también de la economía de la región.

En definitiva, la educación vuelve a aparecer como un elemento vital para favorecer la situación laboral de los jóvenes. Pero únicamente no vale por sí sola, a la educación, deben de acompañarla diferentes iniciativas que se activen de forma simultánea para que de esta manera, la inclusión de los jóvenes en la vida política y social de los países árabes sea una prolongación positiva del sentir de la población.