Basta con informarse brevemente acerca de la situación que se vive a diario en la frontera entre México y Estados Unidos, para percatarse de la necesidad que tienen muchos jóvenes del continente americano de obtener un empleo digno. La idea del empleo va mucho más allá de la obtención de un salario, está en estrecha relación con el desarrollo humano. Un empleo posibilita a un joven obtener estabilidad tanto personal como profesional, fomenta el desarrollo del propio país y aleja a los propios jóvenes de entornos hostiles. Estos ambientes son los que durante años han truncado el desarrollo y el potencial de una parte de los 150 millones de jóvenes de Iberoamericanos, según los datos de la Organización Iberoamericana de la Juventud (OIJ).

Esta dramática situación no sólo se vive en esa frontera entre Estados Unidos y México, donde más de 47.000 personas -jóvenes en su mayoría- intentan cruzar cada año para lograr el tan ansiado ‘Sueño Americano’ que representa todo un mundo de oportunidades. Un sueño por el que se dejan la vida cerca de 500 personas al año -según datos del diario Excélsior- en el inhóspito desierto de Sonora.

Desafortunadamente, esta situación no es exclusiva de esa región del continente. Una de las fronteras en las que en apenas unos metros mejor se observa la diferencia entre prosperidad y necesidad. El sinfín de penalidades que deben pasar los latinoamericanos, empieza ya en las fronteras de los países de Centroamérica. Un viaje que tiene lugar entre Tierra del Fuego y Río Grande, miles de kilómetros plagados de peligros y con la melancolía de dejar a toda tu familia y tu vida atrás.

Todas las penalidades que sufren los hombres y mujeres -en ocasiones con niños como acompañantes- también tienen otra cara de la moneda. Un aspecto cruel en muchos sentidos. No es nuevo que las organizaciones criminales saquen provecho de esta coyuntura pues, la inmigración ilegal supone todo un negocio para las mafias que mueven millones de dólares. Una empresa en el que los ‘Coyotes’ -personas encargadas de guiar a los emigrantes sin papeles- se autoproclaman encargados de una «labor social» fundamental. Según los desgarradores testimonios de los propios emigrantes, las maras son las que controlan todo el trayecto generalmente en la Bestia, el tren en el que completan el trayecto mexicano los sin papeles.

A pesar de todos los sacrificios y riesgos que entraña el desplazamiento, un joven hondureño de 16 años aseguró en un reportaje: «Prefiero morir en el desierto que quedarme donde estoy». Esto refleja el auténtico drama de la emigración donde la vida de cada persona en muchos lugares de la América Latina se ha visto devaluada con motivo de la inseguridad y la impunidad que gozan muchos malhechores. Los jóvenes son los principales damnificados por este contexto y buscan en otros lugares esa protección que en sus lugares de origen no son capaces de ofrecer.

Se trata de crear bases institucionales en los países de América Latina en los que el empleo sirva de eje vertebrador para el desarrollo humano para millones de jóvenes. Por todo ello no es casual que la OIJ vaya abrir una sede en Centroamérica, pues una de las regiones donde más se necesitan políticas activas que combatan la precaria situación en la que se han visto envueltos los jóvenes desde hace varias décadas.