La Diputación de Málaga y entidades de Irlanda, Portugal, Grecia, Italia y Hungría han probado durante tres años varias iniciativas dentro del proyecto europeo ESPY

Los jóvenes que viven en algunas zonas rurales de la Unión Europea tienen en general mayores dificultades a la hora de encontrar empleo. La necesidad de desplazarse a la capital o a otras ciudades para proseguir con los estudios superiores penalizan a muchos adolescentes que, ya sea por problemas económicos o por falta de interés, aparcan los libros tras completar la etapa obligatoria de la enseñanza e intentan entrar en un mercado laboral donde apenas hay sitio para trabajadores poco cualificados.
En un intento por prevenir el desempleo juvenil en las áreas rurales, la Diputación de Málaga se embarcó hace tres años en el proyecto europeo ESPY (Experimentation on Social Policy for Youth). Con un presupuesto de un millón de euros, en esta iniciativa, en la que también ha tomado parte la Univesidad de Málaga, se han desarrollado acciones que han proporcionado a jóvenes de entre 15 y 24 años habilidades y capacidades que les permitirán acceder al mercado de trabajo o reincorporarse a la formación, y han puesto a su disposición los recursos necesarios para facilitar su transición desde la enseñanza al empleo.
Un total de 484 jóvenes en riesgo de exclusión social participaron en el proyecto, de los cuales la mitad se benefició directamente de las nuevas actuaciones del ESPY y el resto siguió con la intervención y aplicación de los recursos tradicionales. Además, profesorado, monitores de talleres y empresarios se sumaron a la iniciativa para interpretar y optimizar los resultados de la evaluación.
La medidas se planificaron en función de la edad. En el ámbito educativo, los chicos y chicas de 15 y 16 años tomaron parte en talleres de motivación y espacios de debate para profesores, así como en talleres para la creación de capacidades y para las familias. Para los mayores de 16 años, las acciones que se desarrollaron fueron, además de las anteriores, experiencias de trabajo consistentes en la realización de tres voluntariados en diferentes organizaciones o empresas de distintos ámbitos de la sociedad. Igualmente, se creó un club de empleo en los centros comarcales de los servicios sociales donde los jóvenes podían acudir a recibir información y asesoramiento. El proyecto también contemplaba la puesta en marcha de talleres de participación, encuentros entre jóvenes y la exploración del ámbito de las redes sociales como herramienta para la formación y el empleo.

Actitud y motivación

Tras tres años de trabajo, los responsables del proyecto ESPY en Málaga señalan que las actuaciones llevadas a cabo han contribuido a que los jóvenes participantes mejoren en sus actitudes y en sus comportamientos hacia la búsqueda de empleo. «El desempleo juvenil está relacionado con las actitudes y la motivación. Son las carencias en estos aspectos las principales dificultades de los jóvenes para su transición del desempleo a la empleabilidad», se precisa en el informe que recoge las conclusiones finales. En este sentido, se subraya que las técnicas de coaching, programación neurolingüística e inteligencia emocional puestas en práctica han resultado un éxito ya que los jóvenes «se han sentido protagonistas y escuchados».
El estudio subraya que los participantes han podido superar la resignación ante su situación de desempleo, falta de recursos económicos y soledad, para pasar a un nuevo escenario en el que se les ha permitido conectar con profesionales, recursos, empresas y, en especial, con otros jóvenes y generar nuevas oportunidades de cambio. Esta red de apoyo ha sido especialmente importante para aquellas mujeres con cargas familiares ya que les ha dado la posibilidad de poder empezar a buscar empleo. Por tanto, «tras despertar a una nueva conciencia, ahora demandan que se les siga acompañando y motivando hasta la consolidación de su objetivo».
Otro capítulo se centra en las recomendaciones de cara al futuro. Una de ellas hace hincapié en la necesidad de continuar trabajando para que mejore la autoestima de estos jóvenes, «puesto que posiblemente al ganar en autoconfianza va a mejorar el emprendimiento y las iniciativas hacia el empleo, ya que la iniciativa empresarial en general ha sido muy baja». Además, se aconseja seguir apostando por estrategias globales de intervención que contemplen actuaciones en la formación, el empleo y la formación. Otro punto fundamental, según los autores del informe, es contar con la figura del orientador, tanto en edad escolar como una vez finalizada la formación, para que les facilite información sobre las diferentes alternativas relacionadas con sus intereses y objetivo profesional. Una labor, acompañada del trabajo en competencias y habilidades, que debería comenzar antes de los 15 años debido a que «cuando el joven llega a esta edad presenta mayores resistencias para un cambio de actitudes».
Estas conclusiones y otras muchas se presentaron el pasado día 27 de septiembre en el transcurso de la conferencia final del ESPY. A la misma, celebrada en la sede de la Diputación de Málaga, asistieron el resto de socios europeos del proyecto, que a su vez mostraron sus experiencias en políticas de empleo juvenil. Además, intervinieron Diego Rodríguez Holgado, jefe de Servicio del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, para destacar buenas prácticas de trabajo en red como las que se llevan a cabo en la Red RETOS, y Claire Grapeloux, responsable de Innovación Social de la Comisión Europea, quien disertó sobre la promoción del empleo juvenil y la innovación social en la UE dentro del programa EaSI.