Hoy en día, hablar de emprendimiento es asociar casi directamente esa idea a la de internet. Si bien es una de las realidades más utilizadas por quienes apuestan por crear su propia empresa, también hay un mundo más allá. Hablamos con emprendedores que aunque sí utilizan la tecnología y las redes sociales para adecuarse a este siglo XXI, han creado empresas con un carácter un tanto diferente.

“Los consumidores demandamos valores a las empresas”

Según el informe ‘The Rise of Social Enterprise’ de Deloitte, el 84% de los millenials considera que las empresas deben valorarse por su rendimiento social y medioambiental, no sólo financiero. Gran parte de esta generación persigue dejar un impacto positivo en la sociedad y eso se traduce en su manera de relacionarse con las marcas que, a su juicio, deben mantener el equilibrio entre los beneficios y la protección del planeta y la resolución de los problemas sociales.

Antonio Espinosa en Benin.

Un ejemplo de ello es Auara, una empresa que nació en 2014 con el fin de desarrollar proyectos que contribuyan a llevar el agua potable a las personas más necesitadas del mundo a través de la venta de agua embotellada y refrescos ecológicos. La idea surgió después de los viajes de Antonio Espinosa y de Pablo Urbano a países como Camboya, Perú y, especialmente, Etiopía. “De uno de sus viajes a Etiopía Antonio volvió muy impactado con el tema de la escasez de agua potable. Luego yo también viajé allí y a través de una ONG aprendimos mucho sobre cómo hacer y gestionar este tipo de problemas y conocimos de primera mano lo que significa la cooperación”, explica Pablo Urbano, cofundador y CEO de Auara. A ello hay que añadirle que el propio Pablo estudió una asignatura sobre creación de empresas. “Tuve la oportunidad de conocer qué es y qué significa una empresa social: son empresas que venden un producto y ofrecen un servicio pero que tienen un fin social muy claro que debe estar presente en sus estatutos y está muy ligado a la actividad que hacen diariamente”, cuenta Pablo.

Pablo Urbano en Camboya.

“Motivados con estas dos realidades decidimos cómo podíamos facilitar estos proyectos enfocados a llevar agua potable a quienes lo necesitaban. Veíamos que se podían financiar de forma continua estos pequeños proyectos desde España ofreciendo un recurso continuo de fondos a pequeñas comunidades locales” a través de la venta de agua embotellada. “Destinamos el 100% de los dividendos que genera la venta de los productos en España a fines sociales”. Una empresa social y sostenible porque “el valor medioambiental está muy dentro de su ADN, por ello apostamos por ser la primera empresa en Europa que tiene un pet 100% reciclado en las botellas”, destacan. “Buscamos también un consumo responsable. Que si existe un mercado gigante de agua embotellada en plásticos de un solo uso, aprovechémoslo de forma diferente para cambiar las cosas desde dentro, aportando valores sociales y medioambientales a esos productos”.

¿Qué ha sido lo más difícil de este camino de emprendimiento?
El día a día. Es un mercado complicado y muy potente con muchos y muy grandes competidores. No se trata solo hacer un producto, es también venderlo, distribuirlo, cobrarlo, facturarlo… y siendo un mercado con tanto volumen… esa pelea del día a día es complicada. Y cuesta también que el discurso de Auara penetre en el consumidor, porque pese a que casi todo el mundo comparte esos valores, cuesta estar en el momento preciso del consumo.

¿Creéis necesario fomentar más la cultura emprendedora desde jóvenes?
Desde luego. A mi me cambió el camino a seguir. Estudié Ingeniería y en los primeros años pensaba en trabajar en una super empresa ingeniera o una consultora, viajando por el mundo, viviendo fuera… y conocer una forma diferente de trabajo es importante no solo por si luego vas a emprender o no sino porque estudiar este tipo de opciones te ayudan a tener una idea de que hay que seguir un camino y unos procesos hasta llegar a culminar la creación de una empresa. Es una experiencia que yo recomiendo, aunque no es para todo el mundo, porque conlleva sus ‘riesgos’. Pero creo que es importante porque todos debemos ser emprendedores tanto en nuestra vida como dentro de las empresas, donde intentar fomentar nuevas ideas y formas de hacer las cosas que tengan un impacto social y medioambiental porque los consumidores estamos cambiando, tenemos muchísima información y demandamos valores a las empresas.

¿Qué habéis aprendido de esta experiencia?
De todo. Que el trabajo cuesta mucho, que las cosas no salen por casualidad y son fruto del esfuerzo y si quieres algo tienes que pelear por ello. También hemos aprendido cómo gestionar clientes, cómo tratar a las personas que trabajan contigo, empatizar con quien tienes al lado… Y cada día aprendemos de los proyectos que hacemos y de la maravillosa gente que hay en países y comunidades aisladas del mundo que dedican su vida a otras personas.