Un nuevo informe publicado por OIT pone de manifiesto los desafíos y oportunidades que surgen para la creación de mejores ambientes de trabajo

Cada año, más de 374 millones de personas sufren accidentes en el lugar de trabajo. Y al menos 2,78 millones de trabajadores han perdido la vida a causa de una lesión o una enfermedad. Así lo asegura el informe sobre Seguridad y Salud en el Trabajo (SST) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con motivo del Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo. Este estudio también estima que la pérdida de días de trabajo relacionadas con la seguridad representa casi el 4% del PIB mundial, incluso en algunos países alcanza el 6%. 

Además del coste económico, existe también un valor intangible, que no reflejan estas cifras, de sufrimiento humano imposible de medir provocado por unas condiciones deficientes de seguridad el trabajo. Esta situación es triste y lamentable porque ─como señala el informe─ es un sufrimiento que puede prevenirse en gran medida. A menudo, el estrés y las enfermedades desencadenadas por el tipo de empleo (circulatorias, respiratorias y el cáncer), preocupan cada vez más a muchos trabajadores.

Los cambios

Y aunque no se puede predecir con exactitud que tipo de tecnologías existirán el futuro y cómo éstas se integrarán en el mundo del trabajo y las repercusiones que tendrán. La OIT pone de manifiesto algunos de los desafíos y oportunidades para la creación de mejores ambientes de trabajo. De cara a los próximos años, la investigación destaca cuatro motores que impulsarán los cambios.

1.- La tecnología. Los rápidos avances tecnológicos, inciden en prácticamente todos los aspectos del mundo del trabajo. Así, la digitalización, la robótica y la nanotecnología también pueden afectar la salud, e introducir nuevos materiales con riesgos que todavía no han sido estimados. Pero, si es aplicado adecuadamente, puede contribuir a reducir exposiciones peligrosas y facilitar la formación laboral.

2.- La demografía. La fuerza de trabajo mundial está en constante cambio. En determinados países la población joven está aumentando, mientras que en otras está envejeciendo. Esta situación genera un desequilibrio de la mano de obra. Por otro lado, la brecha de género persiste en la mayoría de los países, las mujeres que se están incorporando a la fuerza de trabajo se eleva significativamente, son más propensas a trabajar en formas atípicas de empleo y corren mayores riesgos.

3.- El desarrollo sostenible y el cambio climático han dado lugar a riesgos como la contaminación del aire y el estrés por exceso de calor que pueden ocasionar la pérdida de puestos de trabajo. Por ejemplo, la explotación del carbón repercute directamente en la salud de los mineros y de la población más próxima de la zona. En este camino, surge el empleo verde para reducir el peligro en los sectores tradicionales, pero ─advierte el estudio─ estos empleos también pueden dar lugar a riesgos nuevos y desconocidos, como la exposición a sustancias químicas en el sector del reciclaje.

4.-Cambios en la organización del trabajo. Las exigencias de un mundo globalizado han provocado un aumento del número de trabajadores con jornadas laborales excesivas, contratos temporales a tiempo parcial, en régimen de subcontratación, ocasional, entre otras condiciones. Aproximadamente, el 36% de la fuerza laboral del mundo trabaja más de 48 horas semanales. Además el crecimiento de plataformas de empleo, que por un lado han reducido el estrés asociado a los traslados entre el hogar y el trabajo, por otro han creado presiones psicosociales nuevas para los trabajadores que intentan conciliar la vida laboral con las responsabilidades familiares.

 

 

Los retos que permitan crear un futuro del trabajo seguro y saludable para todos pasan por:
-Anticipar los nuevos riesgos para la seguridad y salud relacionados con el empleo. Este será el paso decisivo para gestionarlos con eficacia y para construir una cultura de prevención.
Reunir diversas disciplinas. Un enfoque interdisciplinario que involucre la legislación, el diseño de tareas, las herramientas tecnológicas (sensores, healthtech), la naturaleza de las personas (psicología, sociología), la medicina y la neurociencia, entre otras.
Creación de competencias. La integración de la seguridad en la educación de todas las personas antes de que accedan al mundo trabajo es otro de los retos. Los programas de formación profesional puede ayudar a construir generaciones futuras de trabajadores que desempeñan se sus tareas en condiciones más seguras.