El Parlamento Europeo de Estrasburgo se vistió de gala recientemente para recibir a un Papa por primera vez en más de dos décadas. En uno de los discursos más elocuentes y sensatos que han podido escuchar los europarlamentarios desde hace algunos años en la cámara europea, el pontífice hizo un recorrido aludiendo a los diferentes problemas que, a su juicio, han aflorado en Europa desde que comenzó la crisis económica.

El Papa dio un toque de atención muy serio en un discurso con un marcado carácter social y económico. Entre otros asuntos, hizo un llamamiento para que Europa «redescubra su alma buena» y que vuelva a echar un vistazo atrás para volver a recuperar el espíritu que reinó en la construcción europea por parte de los padres fundadores.

Pero además de los temas mencionados, hubo uno en particular que desde hace tiempo viene recordando el pontífice por su gravedad actual y posibles consecuencias: el desempleo juvenil. No fue la primera vez que hizo alusión a este tema, ya hace algunos meses, en una conversación con periodistas en el avión, el Papa mostró su preocupación por el paro juvenil en Andalucía. Pero también en otros lugares ha destacado esta problemática, como por ejemplo en Perú -en presencia del presidente Humala-, o además, en la propia Italia donde al igual que otros países del sur de Europa, los jóvenes tienen altas tasas de desempleo que comprometen el futuro del país en primer lugar, y del continente en su conjunto.

Lo cierto es que Francisco I ha sido una de las figuras del panorama internacional que más insiste con este problema. No es casualidad que sea la Iglesia, una de las instituciones con más capacidad de movilización de jóvenes como se ha venido demostrando en los últimos años con las Jornadas Mundiales de la Juventud, la última en Rio de Janeiro.