Pablo Simón, politólogo y profesor en la Universidad Carlos III. Autor de ‘El muro Invisible’.

– Usted aborda en ‘El muro invisible’ los retos a los que se enfrentan los jóvenes actuales. ¿Ha habido cambios? ¿Cómo está la situación en la actualidad? ¿Ha cambiado algo el cambio de Gobierno?

– Es cierto que en términos estructurales no se han producido muchos cambios. Sí es verdad, sin embargo, que ha habido alguna reorientación en unas políticas concretas. Por ejemplo, lo que hace mención a la atención que presta el nuevo Gobierno a cuestiones como la pobreza infantil, vinculada a la emergencia del Alto Comisionado sobre la materia, o el hecho de que haya anunciado en diferentes ocasiones el que ellos quieren lanzar un plan para erradicar la precariedad del empleo que afecta a los jóvenes. Esto son algunas orientaciones políticas distintas respecto a las que había antes, pero también es cierto que ahora, con la exigua mayoría parlamentaria que tiene el Gobierno, tampoco sabemos en qué medida, hasta que transcurra algo más de tiempo, lo vamos a ver plasmado en iniciativas concretas.

– ¿El problema laboral que tienen los jóvenes está en sus manos?

– las dificultades de empleabilidad de los jóvenes depende de una constelación de factores, pero no es solo una cuestión individual que les competa ellos. La estructura de oportunidad que ellos tienen en el entorno educativo o en el mercado de trabajo es algo que ellos no controlan directamente. Por supuesto los jóvenes pueden tomar diferentes decisiones que mejoren su capacidad para encontrar empleo como puede ser el tratar de reciclarse, de tener los estudios y la formación más amplia posible, conocimiento de idiomas, viajes al exterior que le permitan abrir la mente. Pero todo eso va a depender de manera muy importante, no solo de los recursos que disponen del ámbito familiar, si no también de su nivel de motivación. La motivación que hacen las familias y las propias expectativas que ponen en los jóvenes tienen un papel decisivo a la hora de conformarse sus aspiraciones personales. Creo que eso requiere un trabajo colectivo. No solo es una cuestión de los jóvenes si no de la sociedad en su conjunto.

– ¿Qué consejos les daría a los jóvenes que quieren acceder al mercado laboral? ¿Y a quienes ya están en él pero con condiciones precarias?

– Mi consejo sería el mismo en ambos casos: estudiar, estudiar, estudiar. Hay que intentar estar lo más equipado posible para enfrentarse a un mercado de trabajo tan precario como es el español. Hay que intentar formarse al máximo, tener las experiencias más ricas posibles dentro y fuera de España, incluso irse un tiempo y después volver si esto es posible. Al final lo que comprobamos es que tener estudios te protege más contra el desempleo. Es verdad que la precariedad es algo que no está directamente en sus manos, peor puede ser un colchón que hasta cierto punto le dé un blindaje. Insistiría mucho en ese vector.

– ¿Qué hacemos con los jóvenes sobrecualificados que, por ese motivo, no encuentran empleo, como CONTÓ un joven ingeniero en el BYEF?

– Por lo que toca la sobrecualificación aquí tenemos que hablar intensamente sobre la reforma y cambio en nuestro sistema productivo y esto es algo que no se hace de la noche a la mañana. Tenemos que ser más eficientes con los nichos de empleo, tenemos que reformar nuestros servicios públicos de empleo para un acompañamiento más eficaz dese que el joven entra en el mercado de trabajo en adelante. Tenemos que buscar también mejores sinergias para que nuestras empresas puedan crecer y ser más competitivas, que haya más inversión en I+D. Creo que esto requiere políticas muy ambiciosas, que solo pueden ver sus efectos en el medio y largo plazo. Esa reflexión la tenemos que hacer todos, pero es verdad que sin un cambio a fondo en nuestro modelo productivo va ser complicado que no nos sigamos encontrando con estas dificultades.

– Usted mencionó en el BYEF que estos problemas laborales marcan a los jóvenes de por vida. 

– Los momentos más importantes en la vida y el desarrollo, tanto psicoemocional como cognitivo como laboral de una persona es el periodo de la infancia y la juventud. Casi diría que la primera infancia es fundamental, es decisiva. Pero también la juventud lo es en tanto que son los años más productivos de nuestra vida y en los que se forma netamente nuestro carácter. Aquellos jóvenes y niños que están en situaciones de precariedad y de pobreza, el problema que tienen es que en esos años, en los cuales tendrían que desarrollarse, se enfrentan con un tope, con la cortapisa que les supone una situación de vulnerabilidad social. Y si no somos capaces de atajarlo, lo que va a generar son efectos que se alargarán en el tiempo y que, por lo tanto, que a ellos les marcará de por vida dejándoles una gran cicatriz. Cada minuto que hablamos sobre estos temas, deberían servirnos para concienciar y, sobre todo, para que los poderes públicos tomen noción de en qué grado, si no actuamos ahora, estaremos desperdiciando una gran cantidad de talento en el cual no va a poder desarrollarse en plenitud y además estaremos generando problemas de equidad que se verán manifestados en el futuro cercano.