Jóvenes latinoamericanos luchan contra el desempleo con el arma del emprendimiento social

Decenas de jóvenes en América Latina crean empresas que, además de reportar beneficios que se plasman en balances contables, también se pueden rastrear en la sociedad y en el medio ambiente
Salarios bajos, largas jornadas de trabajo y baja protección social. Así son las condiciones laborales de 27 millones de jóvenes de América Latina y el Caribe, una región que tras años de escalonado crecimiento económico empieza a perder velocidad y que no logra sacudirse de unos de sus principales lastres, el desempleo juvenil. 108 millones de jóvenes latinoamericanos trasiegan por un mercado laboral que está lejos de ofrecer condiciones dignas de trabajo. Es lo que afirman organizaciones como la OIT, que alerta de que seis de cada diez puestos de trabajo carecen de contrato, estabilidad y un mínimo de derechos laborales.
Un panorama que “genera desaliento y frustración entre quienes sienten que no encuentran las oportunidades que se merecen”, afirma Elizabeth Tinoco, directora regional de la OIT. “Estamos frente a la generación más educada que hayamos tenido, en países donde la pobreza se ha reducido. Pero estas mejorías no son evidentes para los jóvenes que salen en busca de un empleo digno”, apunta la directora regional de la OIT en el último informe sobre empleo juvenil realizado por la organización.
Y si en las ciudades la informalidad de los empleos juveniles es preocupante, en las áreas rurales de Latinoamérica las cifras alarman. Casi un 60% de los jóvenes del campo no reciben una compensación justa y digna por su trabajo. Además, casi 20 millones de personas entre los 15 y los 24 años prefieren quedarse en su casa sin ocupación ni estudios, perpetuando así el círculo de desempleo, exclusión social y pobreza.
Aunque el desafío del empleo juvenil hace parte de la agenda de muchos países de la región y se encuentra instalado en el debate político, fuera de los despachos la realidad es compleja y dramática. Los incentivos a las empresas para la contratación de jóvenes apenas están empezando, el sistema educativo parece trasegar por una senda diferente a la del mundo laboral y los emprendedores jóvenes no consiguen echar a andar sus proyectos por falta de inversores.
Pero para decenas de jóvenes latinoamericanos un horizonte plagado de nubarrones no significa abrir el paraguas y esperar que llueva, sino ver más allá de la borrasca. Para ellos el negro panorama no ha sido motivo de derrota sino fuente de inspiración para emprender ideas de negocio modernas y rentables que incorporan beneficios sociales y ambientales. Desde una aplicación móvil que detecta el riesgo de enfermedades en comunidades pobres de Rio de Janeiro, o un videojuego que promueve la cultura maya, hasta una empresa que incorpora envases de plástico en la construcción de viviendas en Argentina, estos proyectos empresariales liderados por jóvenes buscan contribuir con soluciones concretas a necesidades específicas en sus países.
Son también parte de la tendencia mundial llamada ‘empresas b’ o ‘Bcorps’, que se alejan del modelo tradicional de emprender solo para generar rentabilidad. Empresas que emprenden con un ánimo transofrmador y una alta vocación social.

Descubriendo el talento de las jóvenes peruanas

Mariana Costa Checa es una joven que ha recorrido el mundo con los ojos bien abLaboratoriaiertos y el corazón latiendo en su Perú natal. Tras estudiar Relaciones Internacionales en Londres y trabajar en Washington con la OEA, regresó a Lima para fundar junto con el ecuatoirano Herman Marín y el venezolano Rodulfo Prieto, Laboratoria, una empresa dedicada a la capacitación de jóvenes mujeres en desarrollo web para conectarlas con empresas que requieran sus conocimientos y habilidades.
“¿Cómo es posible que un país como Perú se de el lujo de perder talento de forma sistemática? Hay cientos de miles de chicas brillantes cuyo talento no ha podido ser descubierto porque no han tenido la oportunidad de estudiar ni trabajar”, se preguntaba hace dos años Costa Checa, cuando empezaba a trazar las líneas generales de su proyecto empresarial. Y la respuesta fue Laboratoria, donde chicas entre 15 y 29 años aprenden las bases de HTML, CSS y Java Script, pasan a trabajar en una empresa haciendo prácticas y continúan allí su formación.
La apuesta decidida de Laboratoria por las mujeres radica en que éstas representan porcentajes bajos dentro del sector de la tecnología, así como en la convicción de que su inclusión aporta diversidad a cualquier empresa, una de las claves para la innovación. Laboratoria pone, además, el foco en las jóvenes con alto riesgo de exclusión no solo para formarlas, sino para ayudarles a afianzar su seguridad, a empoderarlas para que contribuyan a transformar las condiciones de vida de sus familias y comunidades, y a abrir la primera puerta del mercado laboral. En los casi dos años de funcionamiento de Laboratoria, un 60% de las chicas que han pasado por sus aulas han conseguido empleo.
http://laboratoria.la/

La revolución de la compra grano a grano

Con 21 años, José Manuel Moller se fue a vivir con unos amigos de la universidad a la comuna La Granja, una barriada marginal de Santiago de Chile, donde, como ocurre en miles de algramobarrios latinoamericanos, las familias realizan la compra de alimentos en formatos pequeños, solo la cantidad exacta de lo que ese día comerán en casa, pagando mucho más que si comprasen a granel. Para Moller lo que empezó como un experimento sociológico se convirtió en el proyecto empresarial Algramo, una alternativa para las familias que no pueden realizar la compra mensual debidos sus bajos y fluctuantes ingresos.
Algramo compra a granel productos básicos y los vende a través de unas máquinas dispensadoras que la propia empresa ha desarrollado. Así, las familias continúan comprando pequeñas cantidades, pero con precios hasta un 40% más bajos gracias a los envases reutilizables. Tras la primera compra y consumo de las lentejas, arroz, alubias o garbanzos, el cliente rellena el envase con un nuevo producto, pagando solo el alimento y eliminando del coste final el envoltorio.
Precios justos y un sistema de retornabilidad amigable con el medio ambiente son las claves de la revolución de la compra de productos básicos para las familias con menos recursos que empezó Algramo, y que ha impactado a 44.000 personas en todo Chile.
www.algramo.com

Una aplicación para hipoacúsicos con voz propia

“Un compañero  de la universidad que tenía una deficiencia auditiva abandonó la carrera porque muchas veces no podía ocupar los primeros asientos de la clase. Esta historia nos marcó de uSoundtal forma que empezamos a pensar en cómo ayudar a estas personas”, cuenta en una entrevista Ezequiel Escobar, uno de los cuatro estudiantes de ingeniería de la Universidad Católica de Santiago del Estero (Argentina), que desarrolló uSound, una aplicación que permite mejorar la calidad de vida de pacientes hipoacúsicos con una solución de bajo costo.
La aplicación Usound aprovecha la potencia de procesamiento que tienen los actuales teléfonos móviles para convertirse en un centro de mando para el paciente hipoacúsico, mediante el uso de auriculares Bluetooth. De esta forma, el usuario puede recibir llamadas, ver vídeos e incluso participar de una clase gracias a la transmisión inalámbrica.
En el mundo hay 740 millones de personas con hipoacusia y un gran porcentaje de ellas no tienen posibilidades económicas de acceder a un audífono especial. A su vez, su uso genera rechazo entre los niños, que suelen ser blanco de burlas y terminan yendo a escuelas especiales, aún con deficiencias leves. De ahí el impacto de un proyecto empresarial como uSound, que este año ganó un reconocimiento al emprendimiento más innovador otorgado por Youn Americas Bussines Trust, dotado con 15.000 dólares.
www.usound.co